Melodías que despiertan las ganas de estar mejor
La música puede funcionar como motor para la inserción
social de personas con discapacidad o de contextos vulnerables, para impulsar
procesos de curación, abrir oportunidades de futuro y llevar una vida más
saludable.
Ayelén Escobar le cuesta poner en palabras lo que
siente cuando toca el violín, instrumento que llegó a su vida casi por
casualidad. Hace más de dos años que aprendió a hacer música con el aparatejo
de cuatro cuerdas. Al mismo tiempo aprendió, según ella, una nueva forma de
vida, al integrar una de las dos orquestas con más de 60 chicos, de la ONG Las
Tunas, en el partido de Tigre, provincia de Buenos Aires.
Este estilo de vida implica para Ayelén tener un grupo
de pertenencia que antes no tenía, cariño, constancia -practica casi todos los
días- y compromisos que cumplir, con el agregado especial que es por motu
propio. Pero para elegirlo tuvo primero la oportunidad de acercarse a un mundo
musical que, confesará más tarde, siempre estaba en ella y que hoy, a sus 19
años, hace que estudie en el conservatorio. ¿Tiene efectivamente la música la
capacidad de mejorar la vida de las personas, darles nuevos horizontes y
oportunidades de futuro, potenciar procesos de curación y hasta funcionar como
herramienta de integración social para personas con discapacidad o de contextos
vulnerables? Desde el Centro Argentino de Musicoterapia (Camino), Gabriel
Federico dice que se pueden lograr avances significativos, "pero es
importante destacar que la música no hace magia, no va a curar un cáncer ni va
a cambiar un diagnóstico. Lo que sí se va a intentar en un trabajo
musicoterapéutico es mejorar las condiciones de vida de la persona",
explica. ¿Qué se entiende por musicoterapia? "Es una especialidad que
utiliza la experiencia musical -donde hay un ida y vuelta entre dos personas,
un vínculo, una relación terapeutapaciente- como herramienta de trabajo. Esto
quiere decir que el musicoterapeuta hace intervenciones clínicas para lograr
determinados objetivos, basados en función de lo que presenten los
pacientes." El caso más representativo que tiene Federico es el de su
propio hijo, Matías, por quien puso en marcha el centro. "Matías tiene una
parálisis cerebral y cuando tenía dos años y medio me mostró, jugando, que con
sus pies podía hacer música con el piano. Fue la primera vez que nos
comunicamos musicalmente, por así decirlo. Durante los años, él fue
desarrollando una habilidad para ejecutar movimientos con los pies. De hecho
hoy tiene 19 años y se dedica a editar videos con los pies. La música fue el
puente que le permitió poder expresarse", dice Federico. Por su parte,
María Fux, bailarina y coreógrafa, reconocida por desarrollar un sistema propio
de danzaterapia en nuestro país, asevera que siempre la música está presente en
la vida de las personas. "Tanto desde una canción que hemos escuchado
cuando éramos pequeños hasta el canto de la voz de la madre. La música es parte
de la vida, como el movimiento. A través de la danza y del movimiento se puede
encontrar una vida mejor y cambiar. ¿Cómo responde la gente que viene a mi
estudio? Con movimiento. La persona que se siente mejor no va al médico",
cuenta Fux.
Más que una orquesta
En el barrio porteño de La Paternal, más de 30 adultos
mayores vestidos para la ocasión están listos para cantar, ensayar las
coreografías y tocar sus instrumentos de papel confeccionados con sus manos.
Son los integrantes de Papelnonos, programa de inclusión social que nació hace
trece años en la ciudad de Buenos Aires.
"Ponemos música y se olvidan de todos los dolores
que tenían -cuenta Laura Luna, coordinadora de la sede-. Tienen una motivación
por la cual levantarse. Pasan de ser viejos solitarios a viejos solidarios:
tienen un proyecto que los sostiene, que es el dar al otro. Las letras de las
canciones están relacionadas con lo que les pasa a ellos, le cantamos a la
vida, entonces eso se mete por los poros y transforma a las personas, les da felicidad.
Descubren un mundo nuevo. Sólo es cuestión de permitirse abrir la puerta."
A sus 83 años, Ofelia Fernández es la luthier del
grupo y junto a Elsa Sanyós, actual presidenta y próxima a cumplir 80, con casi
asistencia perfecta, hace trece años que se permitieron abrir esa puerta.
"Papelnonos representa vida para nosotros porque sinceramente uno acá se
siente bien. Venís con dolores, pero se te van, te olvidás", dice Ofelia.
"Hicimos un grupo muy lindo. Festejamos los cumpleaños y después de cada función
siempre vamos a cenar. Mi hijos me preguntan cuándo estoy en casa porque
siempre tengo algo que hacer para el grupo, hasta sueño con Papelnonos",
confiesa entre risas Elsa, mientras de fondo el resto del grupo ensaya. Con el
mismo entusiasmo, pero en el partido de Tigre, dos chicos de la orquesta de Las
Tunas toman clases particulares de violín, mientras que Adrián Crocce, director
del grupo, explica cómo funciona la orquesta. "No es requisito para entrar
saber tocar un instrumento. Lo que se va pidiendo con el tiempo es la voluntad
de crecer en grupo: el objetivo es formarlos en la práctica orquestal, donde
todos partimos del no saber para aprender en conjunto", asevera Crocce.
Desde esa base, Crocce asegura que la música genera libertad. "Te hace sentir
parte de algo superior, te saca del eje de no poder a poder.
Tenemos chicos que el primer año cambiaron el ringtone
de sus teléfonos, eligieron ponerle su música, que cuando los llame su mamá
suene Vivaldi, Mozart o una chacarera de Peteco Carabajal", cuenta el
director. Y agrega: "Nosotros apuntamos a que la orquesta genere
conciencia de soberanía: dentro de la comunidad de la orquesta cada uno sabe su
rol, sabe la importancia de su rol, el espacio del otro. Si alguno falta, la
obra no está completa. Si yo crezco, crece la orquesta, y si la orquesta crece,
yo crezco. Que es lo mismo que pasa en la comunidad". Para crecer también
en comunidad, la Fundación Sí cuenta con un banco de instrumentos, iniciativa
de Soledad y Natalia Pastorutti, quienes veían que muchos chicos las
contactaban porque querían estudia música y no contaban con el instrumento para
llevarlo a cabo. "El préstamo se da sólo si el chico estudia. No es
necesario que sepa tocar el instrumento, pero sí que esté dispuesto a estudiar.
¿Qué les da un instrumento musical? La posibilidad de expresarse, desarrollar
su talento, descubrir una vocación y abrir nuevos caminos. Hay que entender que
la música los conecta con la vida. Obtener el instrumento es cumplir un sueño
que da paso a un sueño mayor, que es formarse y poder mostrar lo que
aprendieron", relata Manuel Lozano de la Fundación Sí.
Música para el alma
Jorge Bergero transformó el dolor de una pérdida de un
ser querido en una red internacional de músicos que brinda momentos de alegría
a personas que, por estar atravesando situaciones difíciles, no pueden acceder
a un concierto de música en vivo. "Música para el Alma surge cuando llegó
el instante de que María Eugenia -que era mi novia, tenía 34 años y padecía
cáncer- dejó de hacer quimio y buscamos herramientas para sobrellevar el
momento, esto de esperar la muerte. Una de las cosas que surgió fue la idea de
sacar la música afuera: hacer conciertos con nuestros compañeros del Teatro
Colón -al cual pertenezco, donde toco el violonchelo- para acompañar a gente
que también está atravesando una situación difícil", cuenta Bergero,
creador de la red. Las respuestas que obtuvieron fueron más que gratificantes.
"Desde el lado de los músicos, que voluntariamente se ofrecían a tocar y
me decían que era la primera vez que volvían a sentir el porqué eligieron ser
músicos, y la gente, que cuando nos ve no lo puede creer porque es como si te
llegara un grupo a tocar en vivo a tu casa. Se siente una energía diferente que
en un teatro, entonces a partir de eso es como que la conexión es mucho más
natural", explica Bergero. Así, este grupo de música, que ya supera los
tres mil músicos, va siempre a tocar con un repertorio fijo, ya que no se junta
a ensayar previamente. "Muchas veces terminamos tocando en los pasillos en
fila india. Imaginate, una orquesta sinfónica de 15 personas en fila india -se
ríe Bergero-. Más allá de lo que uno hace, uno siente que hacerlo es lo que
cuenta: nadie está obligado a ir. Cada músico que se engancha con la idea deja
su mail, queda en una base de datos; nosotros mandamos la convocatoria y se
anota porque realmente quiere ir." "¿Cómo influye la música en las
personas? La gente se anima, aun sin saberlo, a expresarse, a sentir. Me
acuerdo cuando fuimos a tocar a Mendoza, había una nena con parálisis cerebral
que no tenía ningún tipo de reacción. Le mostré el chelo, empecé a tocar y la
nena agarró el arco enseguida. Las enfermeras no podían creer lo que estaba
pasando. Cada concierto es diferente, nunca sabemos qué va a pasar. Es una cosa
maravillosa", concluyen desde Música para el Alma..
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