NEUROBIOLOGIA
DE LA EXPERIENCIA MUSICAL
LA
MUSICA Y LA MENTE HUMANA
La
música es un fenómeno complejo, difícil de definir desde una perspectiva
neurobiológica. Desde el punto de vista perceptivo se producen en ella
variaciones combinadas de prácticamente todos los parámetros acústicos, dándose
al tiempo lo simultáneo y lo sucesivo, acordes dentro de conjuntos de acordes y
de conjuntos de timbres insertos en marcos armónicos cambiantes y dinámicos.
Desde el punto de vista ejecutivo, la música requiere el desarrollo y la
integración de programas motores complejos y elevados niveles de competencia en
tareas visuo-espaciales, secuenciales y propioceptivas en relación con tareas
motrices concretas. Finalmente, existe una cualidad musical especialmente
relevante para determinados sectores de músicos profesionales, como los
directores o los compositores. Se trata de la memoria tonal, o memoria para
configuraciones secuenciales de tonos, y de la imaginería auditiva o audición,
entendida como la representación auditiva musical en ausencia de sonido físico.
Darwin
expresó su total incomprensión acerca de la función biológica de la música en
el ser humano. Sin embargo, se trata de un fenómeno ciertamente transcultural,
al igual que la existencia del lenguaje o de las emociones, y cuya magnitud
conduce inexorablemente a la conclusión de que en nuestro cerebro existe un
impulso básico que nos anima a escuchar o a producir música y, por tanto, ha de
existir un sustrato neurobiológico que sustente tal función y que justifique la
habilidad musical implícita del cerebro humano. Efectivamente, para ser algo
carente de significación concreta, el esfuerzo empleado en crear o reproducir
música es realmente ingente. Sin hablar de la inversión económica que supone y
de las incontables obras que existen, transcritas o no. La habilidad musical,
sin embargo, y al contrario que la lingüística, no es universal, sino que es
desarrollada únicamente por algunas personas. Aún permanecen sin esclarecer las
causas genéticas o ambientales que determinan la existencia o el desarrollo de
tal habilidad, pero es evidente que la interpretación y la composición musical
entrañan un número considerable de habilidades perceptivas sensorio visuales, sensorio
auditivas y sensoriomotoras.
Un
paseo por la mente: el sustrato morfológico
Para
poder abordar desde una perspectiva científica la experiencia musical, con el
entramado de procesos que intervienen, tanto en la esfera cognitiva como en la
emocional, hemos de iniciar un breve recorrido por los laberintos de nuestro
cerebro. No es tarea fácil, ya que se trata de la estructura más compleja de
todas las que conocemos, cuya construcción no se atiene a principios o a
propósitos conocidos.
El
cerebro contiene unos cien mil millones de neuronas (el mismo orden de magnitud
que las estrellas de la vía Láctea), que Don Santiago Ramón y Cajal definió
como 'las misteriosas mariposas del alma, cuyo batir de alas quién sabe si
esclarecerá algún día el secreto de la vida mental'. La neurona, en efecto, es
la unidad funcional de nuestro cerebro, si bien no está sola en la misión de
construir las señales informativas de nuestro cerebro. Otras estirpes celulares
participan también en la generación y modulación de la actividad cerebral,
permitiendo, por ejemplo, que la información viaje a una enorme velocidad a lo
largo de las vías nerviosas. La neurona se caracteriza por poseer una compleja
maquinaria celular, básicamente al servicio de la comunicación con otras
neuronas. Esta maquinaria está orquestada desde el núcleo a través de la
activación (o expresión) y del silenciamiento de genes concretos con un ritmo
temporal y sujetos a los acontecimientos que se producen en el micro entorno
celular. Para establecer la comunicación con otras neuronas, cada una de ellas
lanza prolongaciones (axones) que, a modo de largos cables, alcanzan el cuerpo
o las prolongaciones de otras neuronas, siendo el punto de contacto denominado
sinapsis. Pero, ¿cuál es el lenguaje que utilizan las neuronas? Se trata de un
lenguaje eléctrico y químico, de forma que si introducimos un fino electrodo
dentro del cuerpo neuronal podemos detectar la presencia de actividad eléctrica
en ella. Cuando esta corriente eléctrica, el impulso nervioso, que se propaga a
través de las prolongaciones neuronales, alcanza las sinapsis, se liberan al
medio minúsculas cantidades de unas moléculas químicas que denominamos, en base
a su función neurotransmisora. Estas moléculas transmiten una información que
es interpretada por la neurona diana, y así, cuando ésta recibe la molécula
química, se producen en su interior toda una serie de cambios celulares, que
afectan incluso a la maquinaria genética. Las neuronas se encuentran organizadas
a su vez en redes neuronales que comparten mecanismos similares de
procesamiento de la información, de forma que elementos concretos de
procesamiento concreto pueden, de hecho, localizarse en regiones cerebrales
discretas.
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